martes, enero 11, 2005

La ciudad es el recuerdo

Mapas interiores
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I

Bajamos al abismo:
tus pasos guían hasta el borde
ráfagas de viento: cuerpo
casa a medias levantada
tiembla, se inclina
Se deslizan recuerdos en una danza incomprensible
se arquean
agitan el pabilo de sus manos
Cada piedra ha sido puesta en su lugar
las intenciones escapan del entendimiento
En el aire un parpadeo de luz. A la distancia
un ave. La caída
donde navegan las pirañas
camino trazado por el fuego
descubre las edades de las rocas
restos fósiles de la memoria

El viento empuja:
qué mano, que boca hay tras él
—qué mensaje, qué línea de qué libro.

Es verdad que estuviste en esas rocas. Las huellas
lo atestiguan.

Tal vez la sombra que pasa sobre ti no es la sombra
de un buitre:
tal vez
no estás muerto

II

Ciudad:
radiografía donde calles translúcidas
dejan su huella ósea en pasos que develan
transeúntes cada esquina
Hay un vértigo en de roja luz en el camino
temor al infortunio cuadra a cuadra anunciado

Tu garganta es nudo, cae fruto de la rama más alta
muere
La horizontal y el tiempo
claroscuro
Espejo retrovisor donde el pasado no alcanza a ser testigo
Desfile de rostros
Una sombra, vaho, llama grisácea
en el mercurio:
el espejo rasgado, par
tido
en frag men tos.

Hay movimiento
en el gris de las nubes borrascosas
en el viento que agita la copa de los árboles
en el respirar de la gente que atraviesa la avenida.
Una mano invisible te conduce. Mano apenas perceptible.

Asciende la mirada:
cada escalón de luz una parte de ti se desmorona.

cada
instante
es par
padeo.


III
…una playa
una larga playa donde alguna vez
la frágil transparencia del océano
la síncopa de olas al romper con estridencia en los muros de la costa
extensa franja de tierra
cumbre cercenada del azul cielo despejado

Aquí y ahora
no es lo mismo
que entonces
que tal vez
que en esas fechas

Ahí
donde un balón rueda sobre cristales de sodio
y un grupo de muchachos corre
a toda prisa en persecusión
(canta ¡oh musa!...)

Este recuerdo ya está en el santoral de tu derrota
Le lloraste
tus labios partidos por la sal
(el beso) de la brisa

Un escuadrón de aves marinas extiende sus alas sin tocarse

Y de pronto la pregunta:
¿una playa..?


IV

El silencio construyó un muro y rodea tu cuerpo
Vi caer la muralla ante el brío de una trompeta
Tu cuerpo se derrumba junto al muro blanco
Los ojos en la caída de la luz al agua:
círculos concéntricos
La luz se refracta:
el silencio ha perdido la batalla.

Setenta y siete veces había sido negado el clamor de la victoria a estos generales
(Los soldados toman el sol indiferentes
sus armas se han perdido en las cavidades de la historia)

Una espalda, un cuerpo, una alberca en la distancia
En vuelo rasante un ave de mirada torva
enceguecida por el reflejo de la luz
cae y colisiona contra el agua
Las leyes físicas se han distendido
espejo turbio. Luz juguetea en las paredes
Sumergirse
llegar a la sima de la fosa envuelto en el no sueño:


Dentro del agua
un corazón resiente el frío de las profundidades

Es ésta la visión del dios
(células acuosas), y tú has entrado a su mirada


Te miras distorsionada en ese cielo
Manos juntas. (Asciendes)
El sonido se introduce en ti. (Asciendes)


V

La trompeta con sordina
Bajo el agua los soldados
La ciudad, no más silencio
Círculos concéntricos
Una red refractaria, espejos, infinidad de espejos
En la periferia, donde la humedad apenas
deja rastros, la no palabra
construye de nuevo la muralla
La trompeta, amordazada bajo el agua, aguarda ante el azoro
de peces invisibles, trasparentes, que se deslizan entre piernas
—respirar
los brazos y las piernas extendidas
—suspirar
el agua lame cada recoveco de tu cuerpo, cada hondura

Sumergir mis manos

di
visión

Dos cuerpos, el vacío
Bajo la estela de soldados
cabezas decapitadas por la tensión del agua:
La trompeta
silencio que construye
(asciende)
la ciudad re-encuentra sus murallas
el agua envuelve a los conquistadores
la luz ha sido refractada
su peso ahoga cada milímetro de su alma
el peso
de la trompeta que yace silenciosa
ha dejado marcas de sangre en los bordes
Las olas y las algas
construyen también un arrecife
y tus pies desnudos,
y el viento que ha de juguetear
en un futuro con tu pelo
es mi mano que es mi boca que es dibujo del contorno de tus labios
círculos concéntricos
tu cuerpo refleja esa luz y la hipnotiza
La ciudad ha construido su muralla (nueva)
¡Canta oh musa!
y asesina a los que osaron destruirla.

La trompeta ha sido expulsada
para recomenzar la historia

círculos concéntricos,
ondas, luz, la muralla en pie (una vez más)
tú en oración

la trompeta

En oración
tu cuerpo es recorrido por el agua
En lo alto te encuentras a ti misma, te contemplas:
es-tiras las manos: tú y tu reflejo
al juntarse
rompen
la creación del dios


VI

La brisa al tocar el rostro
se vuelve plomo ardiente
lluvia ácida
Abrasado por cristales líquidos
cuerpo nómada,
desmayado, partido,
al río deja fluir
sangre, espejismo
Detenido el viaje
muero,
desnudo estoy
ésta es la tumba
no hay piedras
que oculten mi carne a la rapiña
yace junto al lodo removido
la huella de unas botas
la colilla de un cigarro a medias consumido
Cenizas
restos, carnaval de insectos y gusanos
La humedad
coagula sangre en las venas
Visité ese lugar
y no recuerdo si pensé en mi muerte:
sombra negra
se vierte
a la distancia
del afuera


VIII

que tú ves que yo veo sólo una grande negrura, la misma
negrura que yo veía que veías

Eros Alesi


Ella es coartada de tu llanto
templo de tu cuerpo asustadizo, frágil
otro cuerpo que te abraza
aprieta tu rostro contra el pecho
y atrás la confusión
Ver que apartó los brazos, busca una campana
para marcar la hora de la prisa
y después escapar a las calles sin destino:
llanto era coartada.
Salir de casa
autos, células vivas de sangre oleosa
petroquímica
buscas el rostro en cada rostro que viene
cada uno viejo y repetido
iguales y uniformes
Atravesó las calles, era invisible
nadie miraba
las sombras de la ciudad
atravesaban inclementes
En lo alto de una torre, un vigía
se relame los labios saboreando (anticipadamente)
sangre
El primer emisario fue un cuervo
sus alas cubrieron
el sol privado candil de mil candelas
Primera llamada
Le encajaste con más fuerza en el corazón la ciudad
en las calles el poniente y el norte, oriente y sur
y un viento frío escapa de las bocas de tormenta
y un nauseabundo olor corona
las copas de los árboles
y en incesante cacareo
una orquesta de automóviles histéricos
fulmina oídos con su agudo canto doloroso
Junto a tu puerta
naúfrago
robinson amnésico
las venas palpitándole en los brazos
corolario, coda
los estigmas de su fe en frente y manos
Tras la puerta el eco de una televisión
la escalera
los gritos de una niña que conduce a la madre
te escondes de su trote en el quicio de la puerta
un leve temblor en el piso y las paredes
y una flecha se clava en su tobillo
un camión lleva a la niña con su madre
ha dejado sangre en cada escalón del edificio
ella al otro lado
tal vez desnuda, mirándose al espejo.
Fue cobarde
perderse
Afuera
los rostros iguales
Señor todopoderoso, creador de tierra y cielo a imagen y semejanza:
esta es la ciudad
Segunda llamada segunda llamada
en la torre el vigía observa atento
un segundo emisario emprende el vuelo
buitre de mirada torva y extendidas alas,
su respiración motor a chorro de un B 52
planea sobre mí, desciende en picada a las 12 en punto
mostrando garras afiladas y brillantes
—señor ten piedad
—señor ten piedad
Ninguna campana se escucha en el horizonte
¿Dónde estás Viel Temperley? ¿Dónde estás?
La sombra del buitre se desvanece
como el velo de los rostros:
tras el velo otro velo
La ciudad es la puerta de tu casa
cierras los brazos
tu cuerpo sigue abrazado a ese cuerpo
y baila
Mirada voyeurista
eres el vigía de sus movimientos
la torre tus ojos, tu boca
las almenas donde brotan furiosas
las palabras,
pones sitio a su alma, al cuerpo
hasta conseguir su rendición
Tercera llamada
Telón de oscuridad
en la torre verdadera el vigía
enfurecido abre su boca
la última bestia se desliza
en el mar negro del cielo
y es la noche
un dragón de tres cabezas
sus alas nubes de fosforescente tormenta
agua envenenada anega
la ciudad
mierda escurre de los árboles
y cae por las sedientas bocas de tormenta
nauseabundo río
El dragón abre sus fauces pavorosas
tu cuerpo se desliza hacia un horno de llamas crepitantes
fuego
tu cuerpo, nunca fénix, se consume en fuego
eres fuego soy
cenizas sólo quedan
alguien las arroja al río
las arrastra calle abajo
se escucha un rugido entre las sombras
No hay resurrección
No hay resurrección


IX

para enamorarme no necesito tu consentimiento
dame, dame un sólo beso que dure más que una mentira

Babasónicos

Tú, siempre tú. delante de un falso telón. de una tela de araña mentirosa. dos noches pasaste en este cuarto miserable. el durmiente dejó la desnudez del lecho para abrazar tus temores. tus manos y tus pies fueron encadenados. a la distancia, el uluar de una sirena anuncia la partida de los ángeles que bajo la ventana cantaban de una playa en Río de Janeiro.

Tú, siempre tú. con esa cara de inocencia. de hermana. tu sonrisa esconde unos colmillos y una lengua egoísta, una noche mordiste mi brazo y el veneno adormeció el espíritu. quedé ciego desde entonces. te proclamaste mi guía, mi barquero. al final abandonaste. aunque nada se abandona totalmente. estamos unidos por confusas circunstancias. desnudo en esta cama cubierta de cenizas, clamo por tus muslos amplios y tu cadera estrecha. con mi sangre dibujo en la pared el contorno de tu vulva. un último recuerdo me lleva a la visión de una flecha de plata que se aleja por la avenida, a un hombre que busca esconderse de la noche bajo las raíces de un frondoso árbol.

Tú, siempre tú. conduciendo por la ruta hasta los recuerdos más ignotos. a las calles más densamente perdidas de una ciudad perdida en el laberinto de tus venas. pasaje de no retorno. luego tus ojos. tu boca clausurada después de aquel beso. una invisible red. trampa. me quedé mirando el viaje de tus movimientos. tras de ti un aura luminosa. la cauda de un cometa. los recuerdos. la piel húmeda.

Tú, siempre tú. la hechicera. la diosa. Judit con la espada de Holofernes. la de ojos de gorgona. me conviertes en estatua. soy mármol. tus manos alguna vez me transformaron. tus lágrimas me dieron vida. en mi brazo tengo la marca de los fieles. el 666 de tu lascivia. en el corazón un altar negro.

Tú, siempre tú. la de nadie. indómita. la saliva de tu boca gotea sobre mi lengua. el camino donde mi mano recibe el aguijón de alacrán ardiente. tu pecho se agita. unos pezones invisibles alimentan el mar más callado. mi muerte.


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Apuntes para hablar de ti
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1
Tras de ti
las flores de un jardín
humedecido
por el iris de tu memoria

De frente
la mirada
los labios
el silencio
es testigo
del tiempo
—su paso


2
Tras de ti
los árboles distantes
un oscuro bosque

la luz
refractada
—en tus ojos—
día nublado

La doncella
mira
el trote del viento
(quizá)

se pregunta
si acaso
el tiempo
potro salvaje
alguna vez será
domesticado


3
Tras de ti
los árboles
la sombra
de un bosque
no mirado

el iris
cámara de maravillas

tu cuerpo es
luz

ahora

sigue mirando

espera




4
—Pausa—

Ríes
abrazas tu propia luz

intensa
conmueves
el espacio entero

escapa
¿el alma?
en una carcajada
muda


5
A los pies del árbol
el futuro se aproxima

diminutos brillantes

tu rostro

el nudoso tronco
los dedos se pierden
en un
movimiento

misterioso


6
Una puerta
se abre
a los secretos
(de)
tu mundo
—indago—

el silencio
cubre
lo demás

—abrazo


7
Postal
de un país lejano:

—máscara—

tu(ú) misma:
sonrisa
manos
inquietas
que desaparecen:
al centro



el corazón


8
Más puertas:
la niña
que fue botón
ahora
es flor

abrién
dose

un
beso


9
La flor
botón
es beso
nocturno
robado
rasante
una noche
que fue
que es
ahora ayer

cimiento
de palabras


10
Dormir:
las manos
reposan
en el cuerpo
de tus sueños

alguien espía
lo que escondes

tus ojos
—los párpados
resisten


11
Dormir:
las manos
abiertas

reposan guardianes
de tu óbolo secreto
—tu aroma

de lluvia—

la puerta
cerrada tu cuerpo
en calma
total

la boca
entre
abierta
ser tomada conquistada
por otra
húmeda

así
como
la tuya


12
Duermes:
tras de ti
las imágenes
de una tarde —luces
refractadas—
gris

bosque
donde
el agua —lluvia— de tu iris
flores del jardín humedecido

tu memoria
el eco...

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La ciudad es el recuerdo
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Los numeros
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1

Mira:
y extendiste los brazos
para enseñarme tus muñecas
desnudas
herrumbrosas
con el parche sanguinolento y la cinta
apretando

Apenas el día anterior
habíamos desayunado en el Café Madrid
o en el Sanborns

pensé en la historia no escrita en el papel
en el comienzo y la degradación
que fue el paso del tiempo

de la duda a la felicidad dolorosa

en el silencio

porque en él
se piensa se aclaran la ideas

sólo confunde más

el blanco de la ausencia

marcada en tus muñecas

Veces después —en el futuro—
peleamos cuerpo a cuerpo
batalla diaria
del lado de la muerte hacia la vida
recuerdo entonces una mañana
rumbo al bosque
el calor del verano
o acaso primavera

detenerse a recuperar el aliento

verte salir a la sala de espera
con el brillo de los santos
en tu cuerpo


2

Su cuerpo duerme a las once
se mira en el espejo
y se muestra a disgusto en la desnudez
que le has vestido

reposará entre almohadas
y sábanas
con las manos
sobre el sexo húmedo

Si esa habitación hablara…

en la sala el ronroneo del gato

—una gota de agua intermitente sobre el piso—

la luz
de luna llena

y una pincelada de azul y plata

en los mosaicos
del piso


3

En el frío de la madrugada
nada pareciera rasgar el velo de quietud
la noche

En la habitación
ella y tú que ya no son
ni uno
son

lo que las manos
han construido
lo que el sudor
ha contorneado

nada

el instante en que la luz de un auto
pasa por la calle
es la vida y escapa

Alguien respira
duerme tal vez
todos duermen
y si corres las cortinas
verás las estrellas en el lugar
de toda
tu vida
Y te despides
porque el tiempo es partida
y en tu interior un llanto
y sabes que no es el viento
¿Es esto entonces lo que somos?
y hay un piélago sobre ti
una ceguera
de la que las estrellas
y su cielo
son telón

Alguien suspira en la cama
las campanadas de un templo
rompen la virginidad de la noche
descargas eléctricas

un perro aúlla una botella
ebria rueda y estalla
en fragmentos de sueños olvidados

A mitad de la calle
un náufrago
cierra su bragueta y sacude sus instintos

noche desflorada
Y un cuerpo
desnudo

que no es
ni un nuevo continente
ignoras qué
sea
no sabes su nombre
no
sabes

no sabes
y en tu desesperación olvidas
las palabras
sin ellas eres nadie

y quizá sólo así podrías RE nombrar el mundo
pero el olvido
y el telón de estrellas
y el náufrago que camina tambaleante
y el transformador y su ruido vibrante intenso
y un sonido prístino de palabras
y una voz / y un suspiro

Las manos buscan en el vacío
el calor que no da el fuego
y vuelves a la cama
a intentar ser

a encontrarte


4

Estaba ya en el pecho esa mañana
era la avenida desnuda
y la gente paseando en bicicleta
o trotando
los fuegos de artificio que anunciaron
la partida
la transpiración de los atletas
fue la nota en el periódico
sobre el diario de viaje o la música de Cohen
el sonido rítmico de una lavadora
y el recuerdo de otro domingo
—cuántos años antes—
en que —cómo saberlo— madrugaron
para ver amanecer en el mar caribe
porque un avión los esperaba justo a medio día

¿Cómo se verá
hoy
el mundo
desde allá arriba?


Es preguntar al vacío…

No quedó salvo reconocer la inexistencia de la pausa:
arrancar el sabor amargo de la boca,
los recuerdos

5

Poner punto final
la intención de estas palabras

Trazar la primera línea
sin un horizonte al frente
arrojarse al agua sin conocer
lo profundo

Decir: hasta aquí

pero
saber
que la historia —sin mayúscula— ha muerto

En qué momento —pues— se deciden los finales
que ya no habrá capítulo
y la nueva temporada
no te incluye

Las palabras son balas

reflejo inexacto

Poner punto final—dices—
hoy, esta mañana…

Será inútil

no serán estás
las últimas


6

Así comenzó a extrañarte:
en cada bocanada de aire
en los pasos de la cama a la regadera
en tu no olor impregnando la habitación

quiere creer que nada más te has ido de viaje
que te acompañó al aeropuerto
esa mañana
y prometiste volver

el frío de esa mañana es ahora el de su cuerpo

Así comenzó a extrañarte
—demasiado tarde—
en cada libro y en cada palabra
en las risas convulsas de la calle y los besos furtivos
de parejas sedientas

Tu recuerdo es la ciudad

sabe del vacío
y nada puede hacer


7

Quedé con ganas de escuchar otras palabras
ver al río inundar la calle
—escuchar
el canto de procreación del pueblo nómada
Me quedé
en una luz roja, parpadeante

Junto a mí:
un árbol decadente
bajo su sombra, el recuerdo
ella sentada a sus pies leyendo un libro
de Emily Dickinson o Sylvia Plath

Después:
una paloma, cientos de palomas
en círculos alrededor del árbol, sobre la plaza
y las campanas de la ciudad
inaugurando una pesada gloria
—huestes caníbales
del norte y del sur
descienden por el río en un buque invisible

Ya se percibe el gélido rostro del invierno
Hay noches en que me pregunto
qué te dijeron al oído
los versos de Dickinson o Plath
qué vino a susurrarte el árbol
Sólo consigo
recuperar tu imagen, tus brazos
abrazándote
tu rostro perdido en un punto
de no sé qué horizonte
la mirada hundida en la ciudad
Quizá entonces
fue tú decisión ser
piedra y cimientos
Ser raíz

Y el río evaporándose
condensando
las estrías del tiempo

Volteo:
alguien fuma un cigarrillo
amarrados al hilo invisible de sus celulares otros hablan
las palomas son manchas de óleo
sobre un próximo invierno

Antes del árbol o junto a él
antes incluso que las luces se encendieran
—el arrebato lírico—
siempre bajo tutela de las aves
y su escritura
ahí estaba el carbón y la yesca
el fuego primitivo y las monedas
el zumo de la uva y del agave
y la música brutal…

¿Fue después el árbol? ¿Fuiste
tú que cerrando el libro
caminaste a los portales?
Los dados en el pavimento
la suerte: tú a mi lado

Yo también quise una imagen
en el rugido del tigre, en el
agua que refresca la garganta
en el torpe vaivén de una silla
en el centro de la plaza

La luz roja parpadea:
el cigarrillo se consume
las palabras abandonan
el viejo árbol pierde su majestuosidad
y sobre todo esto
la poesía, sí, pero de Dickinson y Plath

Acaso tú


va muriendo
al ir tú olvidando
aquella historia


8

También el cuerpo se acostumbra y aprende
va haciendo suyas las maneras y las formas
después sólo reposo
y estiras la mano en busca de una imagen
que el espejo te regala
y estiras la mano y sólo encuentras
un panal de abejas
el enjambre
y el aguijón que escribe
en carne viva
un mensaje
momento de la entrega
antílopes desbocados
por la negra sabana
gacela, frágil, en sus cuatro esbeltas patas
cierra los ojos

Luego el silencio
la hinchazón de la mano en descenso
el pálpito en el pecho
la alucinación del ahogo

Reposar en cama con el cuerpo vendado

Tomar el papel y escribir la primera calle
(la sangre lubricando el motor urbano)
la implosión
que destierra el tiempo a un tiempo
primordial
la explosión luminosa de una mañana nueva
pródiga en oraciones y bienaventuranza


También el cuerpo se acostumbra
a la ausencia,
lentamente, a cuenta gotas
En ese intervalo de tiempo
entre la última batalla
y el nuevo verse
la pesadilla no concluye:
nos encontramos sin reconocernos
y el hola que nos dirigimos
ya no es más allá de un simple hola

El cuerpo también tiene sus huellas
su historia
un fósil de tus dientes en la espalda
en los hombros las huellas de unas uñas
monumentos a la memoria
archivo de cartas y letras
fotografías…

Me quito la venda
lo que era sangre es una herida
la mano enjambre
la mano panal
y el zumbido de tantas abejas

Tomo mi mano

También el cuerpo se acostumbra a las paredes
y al alcohol
se va quedando
—el zumbido incesante— se recuesta
Del mapa de caminos
multitud de páginas han sido arrancadas
con violencia
Una sonrisa a mitad de la cama
un documental de la sexualidad del pulpo
huracán tocando tierra
y en el recinto sagrado
el rumor de la lluvia, la cascada

El cuerpo se acostumbra a no ser
e(é)l mismo
Apenas una representación
el recuerdo

Esta carne es

un lecho nocturno
un río desbordado
una invisible indiferencia

La última vez que te miré desnuda
había un televisor encendido
y dragones agitando sus alas en el techo
¿cómo adivinar que sería la última?

¿Es esto un reflejo?
¿pensar tu voz y alzar el rostro?


No sólo el cuerpo se acostumbra
yo era tus hábitos y caprichos
He perdido ese mapa incandescente del cielo
de los pantanos terrenales
perdido estoy en el manglar oscuro
—de mi vida—
la indefinición
¿el crepúsculo violeta?

Ya no más viajes

También el cuerpo…
es una estatua de sal
es ciego
le queda la memoria
algunos homenajes
y los pájaros —los mismos que en el cielo escriben—
vienen a cagar en su cabeza

También el cuerpo se acostumbra a desprenderse
a ser inmóvil
a seguir los designios del camino a otro cuerpo
—las tachaduras del cuaderno lo atestiguan—

la duda es la capacidad inherente a ese cuerpo
el amor una frase en la hoja en blanco
el alma es la hoja y se acostumbra
a la blancura
aunque siempre espere
letras, tinta, una oración
más fuerte que todos los recuerdos



Las letras
---------------

a.

la máquina cerebral en movimiento
los engranes
empiezo a escuchar entre que sueño
—en un abrir de ojos—
las voces
que invocan mi presencia
No es el futuro
lo que encuentro
es un mundo paralelo
Escucho que me hablan
y respondo
imposible traducir las palabras que pronuncio
Pienso
en la posibilidad de no
estar solo
en alguien que sin conocerme
es quien platica
entre que sueño

en un abrir y cerrar de ojos


b.

—las voces— (otra vez)
hay un segundo piso
una escalera junto a mí
invisible
una voz
cadenciosa
viento
libros trinan en mis ojos
—caigo—
al ahora
reposar sobre la mesa
el vidrio
el aire acondicionado
mar de mis parques
pasa el tiempo
desde que empecé estas líneas
pasa
y nos aplasta
pasa sus ruedas
por la espalda, galope poderoso
de salvajes sementales
Si cierro los ojos
todo es
tiempo
tránsito

limbo


c.

el problema es el retorno
la mirada del águila
la anguila las noticias
la televisión en el aparador de un tienda
esperar
que el compás del mundo se detenga
de dos a tres cuartos de hora
Sólo yo me puedo arrebatar
mi silencio
Risas
en apariencia duermo
y las colegialas
se deslizan
por el pasillo central del templo
murmullos
que no ronroneos
y el hilo
de luz de la fuente
hiriendo el frágil manto de los ojos
percibir
como escapa —escapó, se ha ido—

nada



d.

muevo mis piernas

para evitar el enjambre
para evitar el sueño

sólo la muerte es nuestro
premio

El destino del mundo
—lo escribo con asco y con terror—
lo apuestan
dos cabeza de una hidra
que se devora a sí misma
en el colmo de su hambre

el señor de traje se retira
la chica de los chinos negros
el intendente
el clic de una lámpara que enciende
un mapa de Barcelona
y la ficha de equipaje

En un papel la cifra
ese número es la clave de entrada a…

he olvidado
por qué lo tengo


e.

me quito la venda

prurito en la nariz

si digo repiquetear es porque así lo quiero

Un altar Alguien hizo un altar
para Casandra
para la niña que vimos morir ayer
en el pavimento

Con los muertos sucede lo mismo que con la escritura
se compran para des-armarlos

Pérdida total

El cascarón de un cuerpo
y luego arder en un infierno
ya lejano
No quiero morir joven
NO


Callo porque espero que digan
el ganador del premio es…

Ahh el enjambre, el panal

La estatua


f.

¡Ahh!
del barco que se aleja por el horizonte
y del tren
y de la gacela
y de los antílopes
y del águila sobre el lugar de los hechos
y de la luz del agua
y del movimiento de las colegialas
y de las risas y el roce de la falda
y del viento que enfrenta las voces

Me quito la venda

mi madre ora al lado de la cama
sobre la cabecera una luz roja
y un mensaje en el celular
que se repite infinito y satura la memoria


g.

Me quito la venda

Y sigo sin ver

Lo juro
Del otro
lado no hay nada

vacío

caída

Me quito la venda

Mi cuerpo
es tu santuario
y se acostumbra

Te pierde


h.

----------------------------------------------
Voces
----------------------------------------------


i.

Estiro el brazo
Y me quito la venda te adoramos
Señor
La risa impúdica y lasciva de las colegialas
El enjambre y la miel
el panal La mano hinchando
sueños Estos ojos
que me arranco porque no son míos
La espera el timbre
de un teléfono
En las alturas estrellas
y unos zapatos negros de tacón
Espirales en el templo
Me quito la venda de los ojos


j.

me quito la venda de los ojos

sigo sin ver

caída

en uno solo. Y lo

demás

no existe

(lo dudo)

— cierro los ojos